Nuestra Crítica
Una oscura
tentación a la que se enfrentan muchos de los ensayos cinematográficos
gestados en los últimos tiempos, salvando esclavitudes varias, no es
otra que la del afán por compendiar datos, fechas y cifras. Entre semejante
intencionalidad, lindante con extrañas avaricias enciclopédicas, y
el recalcitrante ojo taxativo del cinéfilo o crítico de turno, en
la mayoría de las ocasiones mero conducto subjetivo, la lectura de
ciertos libros de cine puede resultar algo plomiza.
Es por ello que resulta un placer encontrarse con ensayos como el que
tenemos entre manos, pues en él se destila un sentimiento y buen hacer
muy alejados de las rémoras mencionadas. Salido de la pluma (y de la
mente enfebrecida) de David G. Panadero, autor de numerosos textos
referenciales sobre cine de terror y variantes, Terror en píldoras
es un librito breve de enorme capacidad sugestiva. En aras de la buena
cinefilia y del gusto por el atavismo presente en gran parte de la literatura
clásica de terror, el autor nos propone un recorrido apasionante por
el subgénero fílmico entregado a las películas de horror de índole
episódica.
Así,
Panadero pasa revista a películas como Las tres caras del miedo
(I tre volti della paura, 1963), Creepshow, de King
y Romero, o el mismo Manuscrito encontrado en Zaragoza,
dirigido por Has bajo el mítico texto de Jan Potocki.
Y lo hace sin ser exhaustivo, pero si teniendo bien partícipe en el
enfoque el placer, casi refocilación, experimentado por el aficionado
a los cuentos de terror, en concreto los cuentos contados oralmente
alrededor de un fuego, en su reflejo en el ámbito visual cinematográfico.
Mención especial merece el capítulo dedicado a En compañía de
lobos (The company of wolves, 1984) de Neil Jordan,
un gran ejemplo del mejor oficio ensayístico que, sin dejar de lado
el rigor, cohabita bien el lúdico interés por el miedo, ejemplificando
un decálogo de enfoques, lecturas y recorridos más que interesante.
En resumen, podemos decir que Terror en píldoras es un libro
de lectura obligada, refrescante en el actual marasmo de ensayos cinematográficos,
para cualquier degustador de los breves y ácidos sabores del miedo.
J.F. Pastor Pàris
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